04 noviembre 2010

Un cómic al día: X-Men: Hijos del átomo

En el prólogo de este tomo a la anterior edición de Planeta, Raimon Fonseca intenta explicar el por qué de las revisiones en el mundo del cómic de superhéroes. Si en el mundo del jazz, nos dice, hay muchos artistas que basan su repertorio en actualizaciones de canciones clásicas, si en el cine se hacen contínuamente remakes, ¿por qué no en el cómic? Una forma valiente de reivindicar lo que comúnmente intenta esconder la falta de talento y de ideas de los autores actuales del cómic de superhéroes americano. X-Men: hijos del átomo no escapa a a esa generalización. Panini recupera esta obra en su colección de quiosco, por lo que nos parece oportuno reseñarla de nuevo.

X-Men: hijos del átomo es una serie limitada que cuenta hechos anteriores a los narrados al X-Men nº1 de los años 60. Eso no sería noticia, porque anteriormente ya se había hecho con otras series; lo que ocurre es que Joe Casey, el guionista, no sabía que eso sí se había hecho ya (Los Orígenes de la Patrulla-X, 1967-1968), así que los hechos de la serie tendrían que quedar fuera de la continuidad general del universo Marvel.

En general, nos encontramos con una serie regular (en cuanto a calidad), en que Casey pone en juego los tópicos de siempre, como por ejemplo usar a un político xenófobo como principal némesis de los que serán los X-Men, realiza una pobre ambientación de época que no deja claro al lector en qué tiempo ocurre todo, incurre en pinceladas que caen en el anacronismo (se entrevista a un tal Charlie Monroe, trasunto cristalino de Marilyn Manson) y escribe un cómic bastante lineal que sólo toma algo de fuerza en los 5 cliffhangers que unen un episodio con otro. En cuanto al arte, un profesional Steve Rude (Nexus) empieza con buen pie, le sigue el clásico Paul Smith en la misma línea... Una pena que ambos no pudieran cumplir con sus entregas y la serie se entregara a un sustituto, Essad Ribic, que hace lo que puede para salvar la papeleta. Eso sí, el color infográfico de Paul Months no favorece un estilo que intenta tender al clasicismo de la línea de los cómics de los sesenta. Resumiendo, una obra que en su momento fue aplaudida pero que no deja de ser una historia del montón en una serie y unos personajes que poco más pueden dar de sí si se siguen exprimiendo de la misma manera desde hace ya 40 (¡40!) años.

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